jueves, 18 de septiembre de 2008

JULIETA DE LIONCOURT vs... capitols 3, 4 i 5

com k he estat bastant sense escriure apa! us en deixo tres de cop! jejeje
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JULIETA DE LIONCOURT
CAPÍTULO III

No sé cuanto rato pasé inconsciente. Al despertar tenia un terrible dolor de cabeza y estaba algo mareada. Abrí los ojos lentamente... y allí estaba él, mirándome con sus profundos ojos azules. La sensación de mareo desapareció casi al instante, pero el dolor de cabeza aún duró unos minutos.
Contemplé a Lestat, que me miraba sin decir nada. Llevaba su rubia melena recogida con una cinta de seda roja, algo bastante habitual cuando no la llevaba suelta y vestía un viejo chandal de colores grises, negros y azules oscuros.
Estábamos en una de sus habitaciones. Aquella en la que nos encontrábamos estaba decorada con todo tipo de lujo que alguién se podia imaginar; amplias cortinas de seda y terciopelo detrás las ventanas, varios sofas-sillones forrados completamente de terciopelo rojo. Aunque había calefacción, había una pequeña chimenea empotrada en la pared encendida y un montón de leña al lado. Al lado opuesto había una pequeña cama, con sábanas azules y de seda y los cojines de color rojo. Allí estábamos nosotros. Él sentado en un lado de la cama y yo estirada. Me sentí avergonzada por haberle hecho vivir esa situación y mientras pensaba eso él se echó a reír, dulcemente pero a carcajadas. Me quedé desconcertada y me senté en la cama.
–Lo siento— dijo él, terminando de reír— Nunca me había ocurrido esto. Pero antes deja que te pregunte como estás.
–Bién, grácias— empezé a decir, y en aquél momento él me cogió de la mano y creo que empezé a temblar de los nervios— Yo también siento lo ocurrido...—dije tartamudeando—Es que no esperaba...
–¿Qué no esperabas?—dijo él, cariñosamente y sonriendo...—¿Encontrarme a mí? Seguro que no pensabas que yo mismo era el paquete que tenías reservado...—se echo a reír, contaginadome su risa franca, alegre y despreocupada.
–Bueno... en cierta manera no, no te esperaba...
–Cuando abrí la puerta no me acordaba que había quedado con tu padre que tenías que entrar. Ya esta-
ba a punto de ir a dar una vuelta...
–Uy, es verdad—exclame yo, dandome cuenta de eso—aún no me he presentado ni me he dicho como me llamo...
Él se echó a reír de nuevo. Desde el primer momento me enamoré de esa risa tan despreocupada y natural, incluso un poco maliciosa. Noté qué estrechaba mi mano con la suya, pálida y algo fría.
–Tranquila Lydia(ese era mi nombre de mortal)que ya me acordaba por tu padre. Yo tampoco me he presentado pero... creo que no hace falta, ¿verdad?—dijo con una voz muy suave, guiñandomé el ojo maliciosamente. Volví a reír.
–Naturalmente que no, Lestat—dije, y desapareció todo el nerviosismo que había sentido. En aquél momento Lestat se golpeó la cabeza con una mano.
–¡Qué mala educación y que torpe soy! No te he ofrecido nada para beber. ¿Quieres algo? Aunque tampoco sé lo que tengo por aquí...—dijo, terminando por reír de nuevo. Cada vez que reía, que me miraba a los ojos o que me estrechaba la mano, notaba como me daba un vuelco en el corazón. Conocerle en persona solamente había hecho que me enamorara mucho más de él...
–No, grácias—dije, controlandome la risa. Nunca me hubiera imaginado que mi primer encuentro con Lestat empezara o fuera de ese modo.
–¿En sério?—dijo él, alzándose para ir hacia el telefono—Te aseguro que no me cuesta nada llamar a recepción y pedir que nos traigan algo de bebida o de comer si lo prefieres.
–No grácias—dije yo, incorporandome también—en sério que no tengo ni hambre ni sed en estos momentos.
–Muy bien, si quieres solo tienes que pedirmelo.
En aquél momento pude preguntar lo que estaba preguntandome desde que mi padre había dicho que Lestat quería que fuera a su hotel.
–Bueno ahora que lo dices... si que tengo una cosa que pedirte, o más bien preguntarte.
–Ah—dijo él, un poco sorprendido—¿y de qué se trata?
–Pues... que aún no sé porqué quisiste que hoy viniera...
Hizo una mueca graciosa, y luego encogió los hombros y alzó los brazos al aire despreocupa-damente.
–Bueno, digamos...—empezó, dudando un poco en la manera de decirlo—simplemente, me gusta conocer gente—Hizo una señal y nos sentamos en uno de los sofás que había en la habitación—y suempre intento quedar bien con mis seguidores, o seguidoras. Me gusta verles y hacerles feliz, y también me importa mucho sus opiniones sobre mí o sobre mi música. Cuando tup adre me habló de ti, y me dijo que mañana era tu aniversario, supe que serías feliz si me conocieras personalmente. Y por tu cara y por tus expresiones... creo que he acertado, ¿me equivoco?
No dije nada, pero asentí con la cabeza. Estuvimos un rato en silencio. Y, sin darnos cuenta, o almenos fui yo quién no se dio cuenta, nos pusimos a hablar de nuestras vidas, como si nos conocieramos de siempre y fuerámos grandes amigos. Lestat me habló de su vida(por supuesto una vida inventada, llena de imaginación y fantasía por no contarme la vida que ya explicaba en su libro), de cómo había empezado a cantar en la coral de la escuela y al poco tiempo montó un grupo sin éxito con compañeros del instituto y de cómo luego había montado el grupo en el que estaba cuando conoció a Larry, Alex y la Dama Dura en la universidad. También de los futuros proyectos que tenían planeados y por supuesto del primer concierto que harían dentro de unas semanas en San Francisco. Yo le conté también mi vida, mis ilusiones y problemas, mi afición por la música y que tocaba el violín desde los nueve años por afición y porque me gustaba. En ese momento vi que algo le pasaba a Lestat, cuando mencioné lo del violín; su expresión, alegre y divertida, se volvió por un momento triste y como nostálgica. Al preguntarle si le ocurría algo o si yo habia dicho algo que le molestara, cambió rápidamente y volvió a estar alegre, intentando disimular que estaba bien.
–No nada, no te preocupes...—dijo despacio y lentamente—tonterías mías—Se metió las manos en los bolsillos del pantalón y hizo un gesto de sorpresa, parecía que había encontrado algo. Cuando me lo mostró, vi que era el sobre que me habían dado en recepción y que no había llegado a abrir en el ascensor.
–Uy, ya no me acordaba, estaba...
–¿Nerviosa?—me interrumpió él, guiñándome el ojo—No os entiendo, los artistas somos personas normales como las otra...
No supe que decir, Me dio el sobre y me dijo que lo abriera.
–¿Ahora?—dije, algo nerviosa, efectivamente.
–¿Por qué no?—replicó él—te lo he regalado yo, ¿no?
Lo abrí lentamente con cuidado, y... Tuve que controlarme para no soltar un grito y para no lanzarme encima de Lestat para abrazarle. Me quedé un largo tiempo observandolo.
–¿Qué es?¿Para qué sirve?—dije, más asombrada y sorprendida que cuando mi padre me íba dando todos los regalos el día anterior.
–¿No lo ves?—dijo él, divertido y juguetón—es un pase para ti.
Alzé la vista del pase y me quedé unos minutos observando a Lestat.
–Bueno pero... no lo entiendo... ¿porqué yo?
Dije finalmente. Sí, era un pase, un cartroncito plateado con la foto y el nombre del grupo en un lado y en el otro había una foto mía como fondo y mi nombre, y debajo ponía:
"INVITACIÓN PERSONALIZADA A NOMBRE DE LYDIA TYSSON
PARA ASISTIR GRATUITAMENTE A TODAS LAS ACTUACIONES
O CONCIERTOS DEL GRUPO "EL VAMPIRO LESTAT" ASÍ COMO
PARA ACCEDER SIN NINGUNA DIFICULTAD A LOS CAMERINOS
DE CUALQUIER MIEMBRO DEL GRUPO.
VÁLIDO TAMBIÉN PARA ASISTIR GRATUITAMENTE A CUALQUIER
ACTO, ESPECTACULO, ENTREVISTA O ACTUACIÓN DE CUALQUIERA
DE LOS MIEMBROS DEL GRUPO EN SOLITARIO.
ESTE PASE ES PARA SU PROPIETÁRIA Y DOS ACOMPAÑANTES QUE
ELLA ELIJA"
Lestat encogió nuevamente los hombros y me sonrío dulce y cariñosamente.
-Pues porque... bien, no lo sé exactamente. Agradecelo a tu padre. Me habló de ti como si fueras alguién muy especial, y me pareció que si tan especial eras merecias tener algo exclusivo, solamente para ti. Le pedí una foto tuya para hacer el pase como habrás podido pensar. Y bien, la verdad es que no me sorprende que me hablara tanto de ti, pues hace muy poco que nos conocemos y realmente parece que hiciera años de esto. Y quiero decirte que realmente... eres una persona muy especial.
©Quedan todos los derechos reservados a la autora, Julieta De Lioncourt, desde ese mismo día, viernes 2 de Febrero del 2001
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JULIETA DE LIONCOURT
CAPÍTULO IV

Terminó besándome en las mejillas. Creo que yo temblaba de emoción. Quién me habría dicho que Lestat me diría eso... precisamente él a mi... con las veces que había imaginado que se lo diría yo a él. Solo pude decir que conocerle personalmente había sido lo mejor que me había pasado en mi vida, y que él también era muy especial, y al fin le abracé, agradeciéndole que hubiera sido tan agradable conmigo y que hubiera tenido tanta paciencia.
–Ha sido un placer conocerte, y créeme—dijo él luego—que no es ninguna mentira.
En aquél momento miré el reloj y no pude evitar lanzar una exclamación, pues ya pasaban de las once de la noche. En casa deberían estar preocupados pues había salido poco después de las seis de la tarde y les había dicho que estaría de vuelta hacia las ocho o como mucho hacía las nueve. Se lo dije a Lestat.
–Es muy tarde, ya tendría que irme—dije, dándole la mano para despedirme. Para sorpresa mía él no la aceptó y solo sonrió.
–¿Tan pronto?—dijo, mirando hacia las ventanas y luego hacia el reloj—solo son las once.
–Ya pero es que tenia que haber vuelto a casa hace dos horas o así... no quiero que se preocupen.
–¡Tengo una idea! Les llamas y les dices que llegarás más tarde—respondió él, levantándose—Te invito a cenar y luego a ir de fiesta.
–Pero... —empezé, completamente fascinada y llena de alegría. Él no me dejó terminar.
–Nada, si o si. No acepto nunca una negativa. ¿Qué contestas?—me eché a reír y acepté, claro. ¡Cómo íba a rechazar una invitación como aquella!—Bien. Ahí tienes el teléfono, voy a cambiarme, no puedo salir con esta pinta ¿no crees?—dijo refiriéndose al chándal que llevaba. La verdad es que no me había fijado demasiado en eso. Mientras se cambiaba llamé a asa y les dije que llegaría más tarde. No quise decirles que salía con Lestat, así que les dije que íba a celebrar mi cumpleaños con mis amigas. Luego llamé a Helene y a Isabela para advertirles de que me olvidaran para esa noche, que esa noche era como si estuviera con ellas. Des de luego les prometí que ya les contaría el motivo. Cuando terminé de llamar Lestat ya se había cambiado hacía rato. Me quedé muda, observándolo. Realmente parecía un príncipe azul. Lucía un elegante smoking gris-negro y una camisa blanca con rayas grises. Se había cepillado su abundante y rubia melena y se la había recogido esa vez con una cinta de seda de color azul. Llevaba una pajarita de seda negra con círculos blancos y unos zapatos negros. Seme acercó, sonriendo, y dio una vuelta para que lo pudiera ver.
–¿Estoy bien?—dijo, sonriendo y bromeando evidentemente...
–...nunca podrías estar tan guapo—dije, sin darme cuenta de lo que acababa de decir hasta después de haberlo dicho. Entonces me ruborizé y él se echó a reír.
–Grácias, quería estar a tu altura.
–Eeehhhh... quería decir...—empezé, intentando salvar la situación. Pero quedó claro que no hacía falta que dijera nada, pues Lestat se echó a reír a carcajadas y me abrazó cariñosamente
–No te preocupes, estoy acostumbrado—dijo y se echó a reír de nuevo, pero por poco tiempo. Cuando calló fue a buscar algo y me di cuenta que era mi abrigo, bueno mi chaqueta de cuero negra. Me ayudó a ponérmela, luego hizo una llamada a recepción avisando de que íbamos a salir y luego me ofreció el brazo para salir juntos.
Cuando salimos a recepción oímos el griterío nervioso de las histéricas fans que estaban afuera, esperándolo. Delante de la entrada al hotel había un elegante porche negro, rodeado por enormes guardias de seguridad que apartaban cada vez más a las fans. Todo aquello me puso nerviosa e incluso me llegué a asustar un poco. Lestat se dio cuenta, pues me cogió fuertemente de la mano y me dijo que podía estar tranquila, que mientras estuviera con él no me podría pasar nada malo. Y así, cogidos de la mano, salimos del hotel y nos metimos rápidamente en el porche. Era él quién conducía. Alrededor las fans seguían gritando o intentando acercarse más a nosotros, mejor dicho a Lestat. Él cogió las llaves, encendió el motor pisó el acelerador y nos alejamos de allí para ir a buscar un restaurante tranquilo donde no nos molestara nadie.
–Este es el primer coche que tengo—me dijo—es solo mío y no puede conducirlo nadie excepto yo, o aquellas personas en quién confíe realmente.
No dije nada. Me quedé observándolo fijamente, controlando cada uno de sus gestos. Luego dejé la mente en blanco y me dediqué a observar las calles por donde pasábamos y la gente que dejábamos atrás. Pronto Lestat puso una cinta en la radio de su coche y me sorprendió pues era música clásica. No me había imaginado que a Lestat le gustaba ese tipo de música y me extrañé un poco.
–Vaya, no sabía que te gustaba la música clásica. Bueno, no lo pensaba.
–¿Te sorprende? Bueno, es normal. A los cantantes de rock siempre se les asocia con ese tipo de música, nunca se les imagina escuchando otros tipos de música y mucho menos la música clásica. Pero a mí me encanta, es lo mejor que hay para relajarme.
–Tienes razón, no sé porque tiene que ser tan extraño—dije haciendo una pausa—Por cierto, ¿Dónde vamos?—Tuve que agarrarme con fuerza al sillón porque Lestat cogió una curva con mucha velocidad. Miré a mi alrededor, estábamos cerca de Central Park. Poco a poco Lestat fue reduciendo la velocidad. Me quedé contemplándolo mientras conducía. "Dios, pero que guapo, que sexy..." no pude evitar este pensamiento y dudo de que alguien hubiera podido evitarlo.
–A un retaurante—dijo el, echándose a reír—¿vamos a cenar, no?
Yo también me reí. Lestat tenía una personalidad realmente increíble, siempre te sentías bien con él.
–Ya lo sé—dije, siguiendole el juego, pues era la única forma de conseguir que respondiera a la pregunta que terminabas de hacerle—pero lo que no sé es "A QUÉ" restaurante vamos. ¿Por qué supongo que tendrá nombre, no?
Él siguió riendo.
–Claro. Se llama "Uno cualquiera"—dijo, hiciendo una pausa para decirlo y volver a reír después—Está bien. Vamos al restaurante donde voy normalmente, se llama "La Via Allegro". Es italiano, espero que te guste la comida italiana, a mi me encanta.
Dije que si que me gustaba, aunque no íba demasiado a restaurantes italianos. Mientras íbamos hablando nos habíamos alejado de Central Park y ahora pasábamos por calles más bien pequeñas. No hace falta decir que con el elegante porche negro de Lestat llamábamos la atención de cualquiera que pasara por la calle en ese momento. Finalmente Lestat redució aún más la velocidad y después de la siguiente esquina vi un edificio no muy grande, de dos pisos con la fachada de color rosado-violeta, y con un gran cartel que ponía "Restaurante La Via Allegro". Al llegar a la puerta un grumete se acercó enseguida y saludó a Lestat sin el mayor asombro de ver quién era. Era evidente que conocía a Lestat de otras veces que había ido allí. Lestat aturó el vehículo y me hizo una señal para que bajara.
–Es el único que puede conducir mi porche, bueno además de mi jefe de seguridad y algunos amigos—dijo, y me ofreció el brazo para entrar juntos al restaurante.
©Quedan todos los derechos reservados a la autora, Julieta De Lioncourt, desde ese mismo día, Lunes 5 de Febrero del 2001
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JULIETA DE LIONCOURT
CAPÍTULO V

Una vez dentro todo me resultó intensamente agradable. Todo el mundo trataba a Lestat con familiaridad, pero con educación, elegancia y sobretodo muchísima amabilidad y respeto. Salió el amo del restaurante(eso creí que era en el 1er momento) a recibirnos.
-¡Monsieur De Lioncourt! Qué alegría volver a verle—dijo sorprendiéndome con esa salutación francesa—Ya hacía tiempo que no le veíamos y nos tenía francamente preocupados.
Lestat sonrió mientras estrechaba la mano que le ofrecía el otro hombre.
–He estado ocupado con algunos asuntos.
–¡Ah, el trabajo! Ya me han contado, y he visto con mis propios ojos, el éxito que tiene con esa banda de rock donde está metido, y creo que pasará lo mismo con el libro que me mandó.
–Distracciones...—dijo Lestat, intentando quitar importancia. Aunque no lo pareciera, cuando estaba con su gente no le gustaba hablar de su popularidad.
–¡Distracciones!—repitió el señor, sonriendo—No conozco a nadie más que pudiera tomárselo de ese modo. Veo...—dijo dirigiendóme una mirada amable—que hoy viene acompañado.
–¡Ay!—exclamó Lestat, dandose un golpe en la cabeza con la mano—Qué despistado soy—dijo sonriéndome—Monsieur Patrizzio, le presento a Lydia, alguien... muy especial. Lydia, ese es Monsieur Patrizzio, el gerente de ese restaurante.
Monsieur Patrizzio me besó la mano al estilo antiguo. Enseguida me gustó ese hombre. Era una mezcla de italiano y de francés.
–Encantada de conocerla.
–Igualmente señorita Lydia. Sea bienvenida a este humilde restaurante. Estuvimos a punto de cerrar pero con suerte nos encontramos con Monsieur de Lioncourt...
Lestat estaba agitando las manos(bromeando) intentando quitar importancia al asunto...
–Por avor Monsieur Patrizzio...
–Mon Dieu, si usted no hubiera comprado el restaurante no sé donde estaríamos ahora todos los que trabajamos aquí.
Lestat sonrió y me guiñó el ojo.
–Es un exagerado siempre tiene que contar la historia a todas las personas que le presento... si no nos conocieramos de hace tiempo...
Monsieur Patrizzio soltó una carcajada y volvió a estrechar la mano a Lestat.
–Usted siempre será el mismo, Monsieur De Lioncourt. Siempre con este humor y esa sonrisa en los labiós.
Lestat se rió.
–Es demasiado difícil la vida. ¿Qué sería de ella si no tuvieramos algo de humor?
–Está en lo cierto, como siempre. Bueno, dejemonos de charlas. Supongo que querrá la mesa de siempre, ¿no?
Lestat sonrió, negando con la cabeza.
–Esta vez no—dijo, sorprendiendo a Monsieur Patrizzio—esta vez quiero la mesa para ocasiones especiales... Ya sabe a cuál me refiero.
–Por supuesto—dijo M.Patrizzio—deje que la arreglamos, solo será un momento.
–Qué sean segundos—dijo Lestat, bromeando—Parece mentira—me dijo después de que M.Patrizzio desapareciera–Ya deberían tener esa mesa a punto para cualquier día y cualquier momento. Siempre que quiero esa mesa tengo que esperar.
–¿Qué tiene de especial esa mesa?
Lestat sonrió dulcemente.
–Es la mesa para mis ocasiones especiales. Solo yo tengo derecho a utilizarla.
Me quedé sorprendida.
–¿Ocasiones especiales? Oye.. no es que no me guste todo lo que estás haciendo pero ¿no te estás tomando demasiadas molestias conmigo?
–¿Porqué tendría que molestarme? Antes te he dicho que eras especial—no pude evitar sonrojar-me, a lo que Lestat lanzó una carcajada—alguien muy especial, puedes estar segura, y no te miento cuando digo eso.
Habría dicho algo pero no supe que decir. Cada momento me estaba enamorando más y más de Lestat. Resultaba tan atractivo, tan seductor, tan agradable en persona... Por suerte en ese instante apareció M.Patrizzio.
–Ya está su mesa. Permítame que les acompañe...
–Muchas gracias—dijo Lestat—pero recuerde que el restaurante es mío... por lo que ya me sé el camino.
–¡Lestat no seas cabezota!—exclamó M.Patrizzio y me extrañé que esa vez le tuteara, pero estaba claro que el también bromeaba—Usted ya sabe las normas del restaurante...
–Ah, pero ¿es que hay normas aquí?—dijo Lestat, bromeando también.
–Siempre tiene que llevarme la contraria. De acuerdo, ya que insiste dejaré que vayan solos—volvió a besarme la mano—Espero que todo sea de su gusto señorita, encantado de conocerla—guiñó el ojo a Lestat—Monsieur De Lioncourt, haga el favor de no ser malo almenos.
Los dos soltaron carcajadas, mientras que yo me ruborizaba pues capté lo que había querido decir M.Patrizzio.
–No se preocupe, seremos buenos, ¿verdad Lydia?
–¿Cómo?—dije, pues no supe qué decir.
–Digo—dijo Lestat riendo—que seremos buenos.
–Ah... si...
–Espero que sea verdad—dijo M.Patrizzio, despidiéndose—no me gustaría tener que echarles por culpa de un alboroto. Discúlpenme, pero el deber me llama, he dejado el trabajo demasiado tiempo. Deseo que les aproveche la cena y ya saben vuelvan siempre que lo quieren.
–Por supuesto—dijo Lestat despidiéndose—¿Vamos Lydia?
–Vamos...—dije. Y dejé que el me guiara por el restaurante. Entendí que si no había querido que M.Patrizzio nos acompañase era porqué quería enseñarme el restaurante. Entramos en la cocina, saludando a los cocineros que se pararon todos por saludar a Lestat. Entramos en los almacenes, las cámaras frigoríficas, en todos los sitios. También en el bar que había, donde allí Lestat hizó una gran demostración de sus dotes como camarero y como coctelero. Finalmente también me enseñó el pequeño escenario que había en el restaurante en el que solían hacerse conciertos o recitales, los camerinos de los artistas y el funcionamiento de las luces y de las maquinarias. Lestat se lo estaba pasando en grande enseñándome todo aquello, tal como el niño pequeño enseña a todo el mundo lo que le ha dejado Papá Noel o los Reyes Magos. Al Final nos dirigimos a la mesa para ocasiones especiales y entonces entendí porque la llamaba de ese modo. Antigua-mente el restaurante había sido un teatro, hasta que lo compró el propietario anterior a Lestat. Había tenido la idea de juntar un teatro y restaurante, estando las mesas en platea, delante del escenario y en los palcos. Y detrás había la cocina, las estáncias y habitaciones para los trabajadores y al lado del escenario, como he contado, los camerinos para los artistas.
©Quedan todos los derechos reservados a la autora, Julieta De Lioncourt, desde ese mismo día, Jueves 8 de Febrero del 2001
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