lunes, 2 de marzo de 2009

LA DETENIDA capitol 3

2nda Parte — Pequeños indicios de la verdad.

La detenida se sentó otra vez, dejando los ojos fijos en ningún lugar, y Su salió de la habitación sin que ella lo interrumpiera. El comisario estaba fuera aguardando, y como ella creía no se creyó nada de lo que le habían contado. Sin embargo algo le decía que estaba en lo cierto, que algo había... tuvieron a la detenida unos días más, mejor dicho noches pues se negaba a salir cuando había sol, cosa que hacía que los otros presos se burlaran de ella. Finalmente al no conseguir nada, hablaron con el juez, que después de escucharla dijo que se trataba de un caso de locura, y que lo mejor para ella sería un manicomio. Lo curioso fue que después de lo ocurrido con los agentes que la sujetaron, al verse rodeada de extraños la detenida no había mostrado ningún intento más de escaparse o rebelarse. Y lo último que supo la doctora Su fue que la habían internado en un sanatorio a las afueras de Miami. Preguntaron a “Vamp” si había algún pariente o conocido a quién comunicar su situación, pero ella simplemente decía que estaba sola. Y después de registrarla y registrar el piso donde la habían encontrado no habían encontrado ningún documento de identidad, ni números de teléfonos donde llamar para intentar localizar algún conocido o pariente.
La doctora Su volvió a su vida normal de siempre. Aunque ese caso le había llamado la curiosidad, y ahora más que nunca volvió a ver las películas de vampiros que le gustaban. Y buscando entre sus discos de juventud se había encontrado al cd de, efectivamente, el grupo “El Vampiro Lestat” junto con un álbum lleno de fotos del grupo... y la cinta grabada del concierto. Ese concierto polémico porqué todos los presentes habían dicho ver a gente estallar en llamas, incluso hacer cosas tan raras como volar o contorsionar-se de formas casi imposible... por lo que la prensa concluyó eso con el echo de que todas las bebidas del local debían estar drogadas. Lo que luego no publicaron fue que después de un extenso análisis a estas, lo habían encontrado todo normal. La doctora lo supo por un compañero becario que estudiaba en el lugar donde habían hecho las análisis. Y eso... le despertó la curiosidad por ese mundo, aún más, e hizo que se fuera comprando los libros de vampiros que iban saliendo. El último que se había comprado era “Sangre y Oro” donde contaba la historia de un poderoso vampiro, amigo de ese tal Lestat, escrito por la escritora de Nueva Orleáns “Anne Rice”. Había salido ese mismo año. Estuvo unos cuantos días intentando en ponerse en contacto con ella pero sin resultado. Al final optó por la opción de buscar por internet. Y como le habían dicho, no le había resultado difícil, en páginas sobre entrevista con el vampiro, encontrar la historia de una tal “Julieta De Lioncourt”... con un comienzo casi idéntico a lo que le había contado la detenida. Buscó información e intentó comunicarse con ella pero sin resultado. Aunque su sorpresa fue al encontrar nombres como “Lestat De Lioncourt” ... encajando con el apellido de la detenida. Fue a verla varias veces, con el fin de investigar si ese nombre le decía algo, pero ella no decía nada. Se había acomodado rápidamente en la habitación incomunicada y acolchonada que le habían dado, y no se movía de allí. Solamente salía un par de horas por la noche, antes de qué cerraran el manicomio, pero sin dar señales de querer escapar ni resistencia. Y decía que eso le acordaba a su ataúd, y que se sentía tranquila en ese sitio donde no tenía que dar explicaciones a nada. La doctora casi había perdido la paciencia y dejado el caso por perdido, cuando un día se encontró con un paquete en su puerta. Al abrirlo era un violín, muy antiguo, con sus años, pero en perfecto estado y bien conservado. Y una carta, que fue lo que la hizo volver al manicomio.
La llevaron, después de pasar todas las barreras y medidas de seguridad, en la habitación de la detenida. Esa no mostró ninguna reacción en verla, aunque la abrazó. Era lo único que hacía siempre que veía a Su y luego volvía a un mutismo y autismo intraspasable. Pero esa vez hubo un pequeño cambio. La doctora vio como los ojos de Vamp se quedaban fijos en el paquete que ella llevaba y luego sonreía... y se giraba poniéndose a llorar. Los vigilantes estuvieron a punto de echar a la doctora, pero la sorpresa fue cuando Vamp dijo que las dejaran a solas, insistiendo y rogando, y hablando después de varias semanas sin hacerlo. Finalmente se volvieron a quedar solas.
– ¿Es para mí — dijo, estando las dos sentadas y solas ya — verdad?
– Si — dijo la doctora, sonriendo pero sin dejar de pensar que todo aquello era imposible, para no decir irreal — y había esto con el paquete — y se sacó una carta que no había mostrado a los vigilantes ni a los médicos, pues hacían seguirle un tratamiento a base de relacionarse lo más mínimo posible con el mundo exterior, solamente interrumpido por las visitas de la doctora. Vamp cogió la carta y la leyó.
“Buenas noches doctora Su. Perdone que nos permitamos molestándola y no acudiendo en sus preguntas que ha hecho repetidamente en sus múltiples conferencias... pero entienda que, si nos diéramos a conocer a un solo mortal para ayudarle, luego habría miles y miles a quien tener que ayudar; y eso, no es nuestro deber pues no somos ángeles, aunque algunos lo crean.
Se debe estar pensando a qué viene todo eso. Pues iremos directos: es sobre una conocida suya, internada en un manicomio de esa ciudad, llamada Vamp. Si señora, ni más ni menos que Julieta de Lioncourt, así se llama ella. Y es MI prima. Usted ya ha visto todos los libros, y el disco, y no tendremos que presentarnos. Supongo que se pregunta también que porqué, si es que es real lo que somos, la misma Julieta no ha intentado escapar, o no la hemos ayudado... para serle sincero, entrar en ese manicomio nos produce... como decirlo... ¿repulsión? A parte que sería un destorbo para esa gente que realmente está mal de la cabeza, o para los que ya están casi curados, y al vernos podría ser que tuvieran que volver al inicio del tratamiento. Y después la violencia no es lo nuestro, y nunca lo ha sido, aunque hayamos tenido que utilizarla algunas veces. Y Julieta... bueno, eso se lo podrá contar ella misma cuando haya salido, porqué sabemos que la ayudará y nos creerá... como dirían ustedes, hace bastante tiempo que estaba como en época de crisis. No podemos ayudarla si no nos deja, y menos si no quiere. ¿No estaría usted igual, si, en menos de 20 años – de inmortal- hubieran intentado terminar con su vida tres veces? Eso ha influido y mucho, teniendo en cuenta también que a diferencia de otros, ella ha querido seguir teniendo la mente de una chiquilla de 20 años. No la culpo, tendría que culparme a mí por el estado aunque está. La entiendo, todos los vampiros hemos pasado por esa fase de querer morirnos y enterrarnos. Esperamos que la ayude, nos gustaría que la sacara de ese sitio convirtiéndose en su tutora. No sabemos de nadie más que pueda hacer eso. Y si encima es alguien con dotes de psiquiatra, como lo tiene usted que por eso a su tiempo libre se dedica a eso... ¿por qué no proponérselo?
Esperamos no haberla molestado, y que nos entienda en cierto modo y nos pueda perdonar por aparecer así. Simplemente, queremos ayudar a una amiga.. Como harían unos amigos mortales. Seguro que usted lo entenderá.
Afectuosamente,
Lestat de Lioncourt, Louis de Point Du Lac y Armand”

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