martes, 17 de febrero de 2009

Nova història per capítols; LA DETENIDA

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Figueres, dijous 24 de Juny 2004; 14:53 p.m.

1era Parte — La Detenida

– ¿Quién eres?
– Quien soy, esa es la primera pregunta que me hacéis nada más verme. Algo extraño puesto que tendría que haber sido, o podría haber sido, “¿Qué eres tú?”. Sin embargo habéis preferido a la amabilidad y gentileza tan típica de los humanos. O... quizá el miedo, pánico o curiosidad por lo desconocido, ¿quizá sea por eso que me habéis respetado? No lo sé, simplemente, pero de lo que si estoy segura es que, al terminar mi historia, desearán no haberla escuchado nunca, ni saber nada de eso, y mucho menos haberme detenido cuando me encontraron en la habitación.
La detenida hablaba muy segura, tranquila y pausadamente, mientras la observaban el agente Clinston, el jefe de policía O’leary y la doctora licenciada en antropología, la brillante criminologista Su Arsens. Bajo la potente luz del foco la arrestada daba toda la seguridad de lo que desde un principio había dicho que era. Si, algo inversemblante e imposible, pero con los tiempos que corrían... cualquier loco afirmaba eso, aunque la doctora desde un principio la había creído. Ahora la observaba detenidamente; no debía pasar del metro sesenta, y aún menos de los cincuenta y cinco quilos, por su extraordinaria delgadez, aunque no por eso débil puesto que bien había echo falta diez fuertes y fornidos policías para sujetarla y llevarla al coche patrulla.
El espectáculo de la detención había sido algo horrible; una llamada denunciando una pelea en una habitación de una pensión de los barrios más pobres de Miami, y al llegar, después de llamar al timbre de la habitación varias veces, protegidos siempre con fuertes pañuelos a causa del fuerte hedor que desprendía, no vieron otra alternativa que derribar la puerta, y he ahí el macabro espectáculo: una habitación vacía, sin nada más que un triste armario y una silla como muebles; las paredes blancas y el suelo con enormes manchas rojas, sin duda de sangre, tres esqueletos humanos en la chimenea, casi intactos... y un cuerpo de una chica no mayor de 15 años, inerte totalmente ensangrentada y demacrado, irreconocible, atado en la silla. Y al lado de la ventana nada más que un ataúd. De tamaño pequeño, negro de mármol con adornos y líneas doradas. Y justo al abrir la puerta se abrió y saltó la chica, la detenida que ahora interrogaban, culpable de los cuatro crímenes. La ventana se abrió de golpe, con un viento frío y glacial, y al instante vieron que la intención de esa chica, o lo que quedaba, era saltar por ahí. Pero esa vez a la vampira asesina de Miami, no le había resultado. Y ese era el nombre que le habían puesto en comisaría, pues se había rebelado en todo momento a dar su auténtica identidad. Ella prefería que la llamaran “Vampi” y así lo habían echo.
Aún eso no obtuvieron respuesta mientras intentaban interrogarla, fue solo al llegar la doctora Su cuando había empezado a hablar, y nadie tenia remota idea del motivo, pues la doctora afirmaba no conocerla ni haberla visto en su vida. Y esas eran, ahora, las primeras palabras que había pronunciado esa chica (si lo era), de tez completamente pálida, de la estatura que había pensado Su, con unos delgados ojos castaños que no habían parpadeado ni se habían movido ni un solo instante.
No vengas con tonterías o chorradas de misterios loca, y dinos
– La verdad — respondió el agente Clinston, perdiendo la paciencia — no es bueno para ti que pierdas el tiempo...
La detenida soltó una enorme risotada.
– ¿Tiempo? ¿Puede decirme alguien que es, o lo que representa? No existe eso en mi mundo, agente, y más le vale no me interrumpa, ni usted ni su jefe, solamente responderé ante la doctora Arsens.
– ¿Por qué me ha hecho llamar, señorita...
– Llámeme Vampi, es como me conocen todos.
– Pero no siempre, usted tiene otro nombre, ¿verdad?
– Todos tenemos un nombre y un lado que ocultar, doctora, estoy segura de que el suyo existe. Mi lado “positivo” o visible es el que saben.
La doctora dio un suspiro, presintiendo que iba a ser una noche larga. Dirigió la mirada a los dos policías que las acompañaban, quienes asintieron a modo de decir que empezara el interrogatorio. Había pasado tantos años en comisarías, yendo de unas a otras, conociendo tantos policías, que ya conocía su lenguaje gestual de memoria, así que decidió empezar.
– ¿Porqué has hecho que me llamaran? No nos conocemos de nada, a menos que hayas ido a alguna de mis conferencias.
– ¡Bingo! — respondió Vamp, aplaudiendo como pudo y con eso haciendo sonar las esposas — des de que me convirtieron en lo que soy, una fascinación por este mundo (que muchas veces ha sido creado por humanos escribiendo historias) fue creciendo en mí, y puesto que nadie más de mi especie puede o se ha dignado a contestarme las preguntas que siempre he tenido, voy a todas las conferencias que puedo, pretendiendo que seáis vosotros, los mortales, que descubráis algún día, o podáis contarme el porque, de cómo he llegado a ser... lo que soy.
– ¿Y qué es? A parte de una loca desquiciada, claro.
La doctora arqueó las cejas, molesta pues hubiera preferido hacer la pregunta ella y algo más tarde. Una risa algo maquiavélica de la detenida interrumpió sus pensamientos.
– ¿Qué que soy? ¿Acaso no ha quedado claro? — Respondió la detenida riendo; luego se callo y se puso seria — Yo soy una vampira.
Las reacciones fueron claramente distintas. Mientras la doctora Arsen arqueaba las cejas otra vez, entre asombro e incredibilidad, los dos agentes echaron a reírse a carcajadas.
– Si claro — respondió Clinston —por eso ha hecho falta la fuerza de diez hombres para detenerla. Y ahora que hará, ¿desangrarnos?
Vampi emitió una suave risa, con un aspecto muy dulce.
– De eso puede estar seguro, aunque más tarde, no tengo sed de sangre en esos momentos.
Arsens decidió dar el paso que hacía rato que rondaba en su cabeza, concentrarse en la detenida y dejar que contara su historia, por más escalofriante o loca que pudiera parecer, y pidió a los dos agentes de policía que las dejaran solas para seguir. Aunque ni ella misma la creía, sabía o presentía que estaba ante un ser especial.
– ¿Cómo ha dicho? —Pregunto el comisario —venga conmigo a fuera.
– No se preocupe doctora — respondió Vampi — estaremos toda la noche charlando sin que corra ningún peligro, por lo menos usted, por los otros no puedo asegurar nada.
– Cállese y responda cuando le pregunten — dijo el comisario O’leary, teniendo que soportar una mueca de burla de la detenida.
Finalmente salieron de la habitación. El comisario O’leary dejo el posado serio casi violento que mostraba a todos los detenidos para mostrar el posado casi paternal que tenía en todo momento con ella, aunque sin dejar el lado serioso.
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